miércoles, 8 de diciembre de 2010

El devastador coste oculto de los langostinos

A los españoles nos encantan los langostinos. Gracias a la bajada de precios se ha disparado el consumo de estos crustáceos en nuestro país, y de hecho ya somos el mayor importador de la Unión Europea. Los langostinos se han convertido en un plato indispensable en estas fiestas que se nos vienen encima: son ya un producto típico navideño más, al nivel de los polvorones o el turrón. ¿Pero conoce la gente las terribles consecuencias que tiene comer langostinos?
 


Una buena parte de los que acaban en nuestras mesas, cerca de un tercio del total, proceden de la acuicultura. El 99% de esta actividad se produce en países en desarrollo como Indonesia, Filipinas, Brasil o Ecuador. Para criar los langostinos se destruyen grandes extensiones de manglares tropicales, lo que acarrea unos costes ambientales y sociales devastadores. El manglar es un ecosistema costero formado por mangles, árboles que toleran la sal, y se localiza en desembocaduras de cursos de agua dulce de zonas tropicales.

Las ricas aguas de los manglares son ideales para la acuicultura del langostino, así que se tala el bosque y se construyen en su lugar enormes piscinas donde se crían los langostinos. Además de este primer y devastador golpe para el ecosistema, hay otro impacto que se mantiene mientras dura la actividad: para criar a los langostinos se emplean todo tipo de sustancias químicas y fitosanitarias, que se vierten sin control al renovar el agua de las piscinas camaroneras, matando los peces y contaminando las aguas. El grado de contaminación es tal que la UE ha tenido que prohibir las importaciones de langostinos desde varios países por sus altas concentraciones de antibióticos. 


Piscinas de cría de langostinos en una zona de manglares


Estos bosques a medio camino entre la tierra del mar son uno de los ecosistemas más productivos y valiosos de nuestro planeta. El manglar es el hábitat de los alevines de cientos de especies de peces, de moluscos, de crustáceos, de aves migratorias… Al servir de soporte a las etapas juveniles de muchos peces de interés comercial, son fundamentales para el mantenimiento de las pesquerías. En cuanto al valor social, su extraordinaria riqueza natural proporciona sustento a comunidades enteras que viven ligadas a ellos, pescando y mariscando en el manglar desde hace siglos. Diez familias enteras pueden vivir de pescar y mariscar en una hectárea de manglar, mientras que 100 hectáreas de piscinas camaroneras dan trabajo a cuatro personas.

Además, los bosques de manglar actúan como barrera defensiva contra la erosión de la costa y las tormentas, los tsunamis y los huracanes. Seguramente serán vitales para contener la esperada subida del nivel del mar. También son sumideros de carbono, su estupenda madera puede aprovecharse de forma sostenible… Los usos y servicios que proporcionan los manglares son extraordinarios. ¿De verdad merece la pena sacrificarlos por unos pocos langostinos?
El laberinto de raíces del manglar es un hábitat ideal para todo tipo de especies.

Según datos del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, desde los años 80 la actividad humana ha destruido una quinta parte de los manglares del mundo. Los argumentos a favor de conservar los manglares no son sólo ecológicos, ya que su valor económico es innegable: un manglar sano genera servicios por valor de entre 2000 y 9000 dólares por hectárea al año, muchísimo más que lo que se consigue destruyéndolo para criar camarones o langostinos.

Solemos comprar cosas sin pararnos a pensar de dónde vienen, cómo se han producido, con qué consecuencias… Muchas veces no podemos ni imaginar el terrible coste oculto que tiene al otro lado del planeta lo que comemos o lo que compramos. Los langostinos son un ejemplo más del saqueo de los recursos del Sur por parte del Norte, de cómo la forma de vida que tenemos unos pocos está destruyendo nuestro hogar común. Inauguro la sección “¿Sabes de dónde viene…?”, donde intentaré hablar de algunas de estas cosas que tantísimo daño hacen sin que la mayoría de la gente lo sepa.

Por su devastador coste social y ambiental, os animo a no poner langostinos en vuestra mesa estas Navidades. Así no contribuiréis a la destrucción de uno de los ecosistemas más valiosos de la tierra y a la aniquilación de las comunidades locales ligadas al manglar. No podemos olvidar que como consumidores tenemos mucho poder, y podemos y debemos usarlo para cambiar las cosas.

Para los que quieran saber más sobre este tema, recomiendo un informe que publicó Greenpeace hace unos años, “La huella del consumo español de langostinos de cultivo”.   

2 comentarios:

  1. Muy bien, Guillermo, es el momento de denunciarlo. Como consumidores tenemos mucha responsabilidad, y también capacidad de decisión. cada uno de nosotros.

    ResponderEliminar
  2. Gracias por pasarte José Luis. Eso es, como consumidores tenemos una gran responsabilidad y un gran poder, cada uno decide cómo usarlo.. Poco a poco todos seremos más conscientes de ello, espero.

    ResponderEliminar